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Nuestro sueño y nuestro bienestar están estrechamente entrelazados. Una nueva teoría, de la “mente después de la medianoche” ha sido propuesta por investigadores estadounidenses para referirse a una de las formas en las que se da esta interacción. Postulan que nuestra mente tiene una tendencia a autosabotearse cuando la vigilia sustituye al sueño. Aunque por ahora es una teoría, los autores señalan los posibles motivos evolutivos detrás del fenómeno.

La noche circadiana. Aunque el nombre de la teoría hace referencia a la medianoche, en realidad ésta no se basa en horarios cronológicos sino en el ritmo circadiano, ese reloj interno que nos dicta las horas del día a las que acostarnos y las horas del día a las que debemos estar más activos.

La teoría se refiere por tanto a lo que denominan “noche biológica circadiana”, el tiempo en el que nuestro cerebro y cuerpo se encuentran listos para el descanso. El equipo ha publicado esta teoría en forma de artículo en la revista Frontiers in Network Physiology.

La mente después de la medianoche. En este momento el cerebro experimentaría cambios neurofisiológicos en el cerebro, que afectan a la cognición y al comportamiento respecto a los habituales en vigilia. Los cambios nos harían ver el mundo de una forma más negativa, más propensos a conductas dañinas y a la toma de decisiones impulsivas.

Esto se traduciría en distintas acciones, desde las más inocuas, como levantarse a picotear a altas horas de la madrugada hasta comportamientos de riesgo como incurrir en adicciones, desde el alcohol hasta el juego y otras sustancias. También en casos graves podría desencadenar conductas autolesivas.

Una de las claves estaría en la alteración de los mecanismos por los cuales nuestro cerebro obtiene información y gestiona sus recompensas. Por ejemplo, el cuerpo segrega mayores niveles de dopamina por las noches, lo cual podría, según los investigadores, incentivar conductas de riesgo.

Cazadores diurnos, presas nocturnas. En la nota de prensa publicada por el Hospital General de Massachusetts, Elizabeth B. Klerman, investigadora sénior entre los firmantes del artículo, señalaba que “la idea básica es que desde un punto de vista evolucionario de alto nivel, global, tu reloj biológico circadiano está sintonizado hacia un proceso que promueve el sueño, no la vigilia, después de medianoche”.

El motivo de esta sintonía y de esta “mente después de la medianoche”, sería que el ser humano está más capacitado para cazar a lo largo del día pero sería a su vez más vulnerable durante la noche. Por ello estaríamos “programados” para poner atención sobre estímulos negativos durante las horas nocturnas, más atentos al peligro y pesimistas.

Ayudar a quienes deben mantenerse despiertos. Klerman y su equipo plantean su teoría como una llamada a la comunidad científica para investigar la cuestión. El objetivo, en última instancia, sería el de ayudar a las personas que, por salud (quienes padecen alguna forma de insomnio) o por requerimiento de su trabajo, deben mantenerse despiertas a altas horas de la madrugada en contra de los dictados de sus propios relojes internos.

Una hipótesis a comprobar. Queda por tanto recorrido hasta comprobar la validez de esta teoría, si bien esta se basa en algunos estudios con resultados que señalan en esta dirección. El problema que deberán afrontar quienes quieran hacerlo será distinguir los efectos de otras variables en las conductas humanas.

Un ejemplo de esto sería la criminalidad. La “mente después de la medianoche” postularía que parte del aumento de la criminalidad que se da por las noches podría estar vinculada a estos pensamientos negativos. Sin embargo, puesto que resulta relativamente más fácil delinquir por las noches, en efecto de una y otra condición serían difíciles de distinguir.

Lo mismo puede decirse de las conductas autolesivas. Pueden deberse a esta “mente después de la medianoche”, pero también al hecho de que, con todo el mundo dormido las personas despiertas puedan sentir que no tengan a quién recurrir para aliviar un sentimiento de soledad.

La importancia del sueño. En cualquier caso, esta teoría encaja con lo que ya sabemos: que tanto el cuerpo como el cerebro humanos necesitan un descanso apropiado. De ahí que muchos expertos traten de buscar formas de ayudarnos a conciliar mejor el sueño y a sacar su máximo partido.

Aunque esto se traduce a menudo en medicaciones cada vez más eficaces y con menores efectos secundarios, también implica una serie de recursos a nuestra mano para dormir más y mejor (más importantes aún en estos meses de calor intenso). Mantener por ejemplo unos horarios regulares y tratar de aprovechar la noche para el sueño, acostándonos entre las 22 y las 23 horas es un consejo habitual, que precisamente encaja con la nueva teoría propuesta.

Mantener otros hábitos saludables, como una dieta equilibrada y ejercicio (aunque espaciándolo al menos un par de horas de nuestra hora de acostarnos) son también consejos que podemos encontrar habitualmente. También el de evitar pantallas y luces antes de acostarnos (incluso la música), puesto que pueden engañar a nuestro cuerpo haciéndolo pensar que es más temprano de lo que en realidad es.

Geriatrico Elisa