Una distensión muscular intercostal es una dolencia que se manifiesta en los músculos que están entre las costillas. Puede producirse por algún sobreesfuerzo, golpe o por una mala postura. La intensidad del dolor varía de acuerdo con la gravedad de la lesión. Sin embargo, tiende a empeorar al toser o estornudar.

Su tratamiento suele basarse en analgésicos, compresas de frío y calor, al igual que terapia física. Si bien no suelen ser graves, es necesario prestarles atención para evitar otras complicaciones. ¿Cómo reconocer esta lesión? ¿Cuándo acudir al médico?

¿Qué es distensión muscular intercostal?

Se llama músculos intercostales a aquellos que se encuentran entre las costillas, uniéndolas y conformando la pared torácica. Los mismos constan de tres capas, llamadas intercostales externos, internos y más internos.

Durante la respiración, dichos músculos se contraen para ayudar a expandir el tórax y permitir que los pulmones se llenen de aire. Además, confieren estabilidad a la parte superior del cuerpo.

En una distensión muscular se produce un desgarro parcial o total de las fibras, que pueden retraerse, lo que hace aparecer una brecha entre las mismas. También pueden resultar afectadas otras estructuras, como la unión miotendinosa (entre el músculo y el tendón), los tendones y hasta vasos sanguíneos.

Entonces, se llama «distensión muscular intercostal» a la que se produce cuando la musculatura entre las costillas se afecta, al tensarse o estirarse en demasía, causando dolor y dificultad para respirar.

¿Qué es distensión muscular intercostal?
La distensión muscular intercostal suele originarse por un sobreesfuerzo, una lesión o movimientos repetitivos.


Síntomas de la distensión muscular intercostal

En este padecimiento, el principal síntoma es un dolor agudo en las costillas, que puede presentarse tanto en el lado derecho del pecho como en el izquierdo, debido a la compresión de los nervios de la caja torácica. A veces, se extiende hacia la espalda, el hombro o el brazo.

Asimismo, se experimenta sensibilidad en el pectoral o en las costillas, al tocarlos, así como espasmos musculares. El dolor puede ser agudo y repentino; u otras veces, gradual y constante. Empeora cuando la persona se inclina, tose, estornuda, respira profundamente o realiza ciertos movimientos con los brazos.

Otros síntomas pueden diferir un poco, según la causa. En tal sentido, puede presentarse lo siguiente:

  • Inflamación alrededor de las costillas.
  • Rigidez.
  • Tensión.
  • Dificultad para mover los miembros superiores.
  • Dificultad para respirar.

Posibles causas

Como se mencionó, este tipo de distensión se produce cuando los músculos intercostales se tensan demasiado. Esto puede ocurrir por diversas razones, tales como:

  • Torsión o giro excesivo.
  • Estiramiento al proyectar el brazo hacia arriba.
  • Elevar objetos pesados por encima de los hombros o la cabeza.
  • Mantener una mala postura corporal.
  • Un movimiento repetitivo.
  • Sobreesfuerzo.
  • Un golpe o traumatismo.
  • Catarros fuertes con estornudos violentos.
  • Aumento de intensidad en la actividad física.

A su vez, ciertas actividades pueden contribuir con la aparición de esta lesión. Por ejemplo, el cortar leña, pintar hacia arriba y otras que se realizan con el brazo levantado durante mucho tiempo. También ocurre con frecuencia en la práctica de algunos deportes; por ejemplo, los siguientes:

  • Tenis.
  • Golf.
  • Remo.
  • Baloncesto.
  • Levantamiento de pesa.

En estos se hacen torsiones bruscas, movimientos de fuerza y extensión. Otros, como el boxeo, las artes marciales y el hockey también suponen riesgos.

De manera particular, una investigación de 2012 señala que es frecuente en el béisbol, ya sea al batear o lanzar. Se afirma que esta dolencia constituye el 5 % de todas las lesiones en las Grandes Ligas.

Entre tanto, se han identificado casos en los que se presenta distensión del músculo intercostal tras la inserción de un tubo de drenaje en pacientes con enfermedades pleurales. Esto suele causarles dolor y espasmos.

Otro estudi0 expone que cuando la persona está a gran altura (por ejemplo, al practicar alpinismo), hay irritación y sequedad de las vías respiratorias, con goteo posnasal, broncoespasmos y tos, lo que a su vez puede provocar distensión en los músculos intercostales y dolor en la pared torácica.


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¿Cómo es el diagnóstico?

Cuando se presentan varios de los síntomas antes mencionados —sobre todo si el dolor se hace persistente, empeora e interfiere con las actividades cotidianas y el descanso— lo recomendable es acudir al médico para que realice el diagnóstico y descarte otro tipo de problema, como una neumonía.

Esto implica un examen físico, en el que se observará si hay limitación de movimiento, dónde y cuándo hay más dolor. Asimismo, el profesional de la salud debe indagar cuál es la ocupación del paciente, si ha sufrido un accidente reciente o una lesión relacionada con la práctica deportiva.

Es posible que ordene una radiografía de tórax o una resonancia para observar si hay fractura de costilla o lesiones internas, por ejemplo en los pulmones; también se puede emplear un espirómetro para determinar el volumen de respiración y la capacidad pulmonar.

Ahora bien, según los síntomas y su intensidad, hay varios grados de distensión muscular intercostal; a saber:

  • I o leve: se trata de una tensión suave; algunas fibras musculares pueden haberse desgarrado (menos del 5 %), la pérdida de movimiento y fuerza es poca. Puede mejorar en unas semanas, con algunos cuidados.
  • II o moderado: hay mayor daño en las fibras musculares, se presenta inflamación y dolor en el pecho. Por tanto, el movimiento está más afectado.
  • III o grave: desgarro severo, que puede requerir cirugía.

Tratamiento de la distensión muscular intercostal

Se requiere atención médica urgente cuando la distensión muscular intercostal es producto de una lesión traumática (por ejemplo, un accidente en coche) y hay dificultad para respirar.

En general, con el tratamiento se busca devolver la movilidad y aliviar los síntomas, como el dolor. A tales fines, y según la gravedad, hay diferentes opciones de tratamiento, como veremos a continuación.

Reposo y analgésicos

Lo primero que se recomienda es dejar descansar la parte afectada y suspender la actividad que se considera fue la que provocó la lesión.

A su vez, el médico puede recomendar el uso de analgésicos y antiinflamatorios de venta libre, como ibuprofeno, naproxeno o paracetamol. En los casos de dolor muy intenso, se puede aplicar inyección de lidocaína o corticosteroides.

Terapia física

También hay estiramientos que pueden ayudar en el proceso de recuperación, siempre que sean realizados por un profesional de la fisioterapia. No obstante, si estos movimientos empeoran el dolor, deben suspenderse de inmediato.

Sobre este particular, en una investigación de 2017 se mencionan una serie de ejercicios de levantamiento torácico, que se aplicaron en un paciente con cifosis, que presentaba dolor muscular intercostal, los cuales resultaron efectivos.

Fisioterapia
De la mano de un fisioterapeuta, algunos ejercicios pueden contribuir a la rehabilitación de esta condición.

Cuidados en casa

Además del reposo antes mencionado, con autorización del médico se pueden mantener algunos cuidados en casa, sobre todo si la distensión y los síntomas son leves. Esto incluye acciones tales como:

  • Uso de compresas frías y calientes.
  • Un baño de agua tibia con sales de Epsom.
  • Ejercicios de respiración, sosteniendo una almohada contra el pecho, inhalando y exhalando lenta y profundamente.

¿Se puede prevenir la distensión muscular intercostal?

En ocasiones, la distensión muscular intercostal es producto de una torsión brusca, un sobreesfuerzo o una actividad repetitiva. En estos casos se puede prevenir; pero no cuando ha sucedido por causa de un golpe.

Ahora bien, con miras a minimizar los riesgos de sufrir esta o cualquier otra lesión, hay que evitar elevar el nivel de intensidad de la actividad de manera brusca. Y siempre es conveniente calentar antes de hacer ejercicio, practicar deportes, incluso si se va a realizar un trabajo fuerte.

A menudo, esto es algo que pasamos por alto. No solo porque no tenemos la costumbre de calentar, sino porque nos olvidamos de estirar los músculos de la espalda, que suelen estar relativamente inmóviles.

Por último, como otras medidas de prevención, debemos procurar mantener una buena postura al estar de pie o al sentarnos para trabajar, ver el televisor o el teléfono; y levantarnos para estirar la espalda, cada cierto tiempo.

 

 

FUENTE: MEJOR CON SALUD

 

 

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Geriatrico Elisa